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El reciente acuerdo firmado entre la UE y lo que comúnmente denominamos Mercosur y la reasignación de cuotas de captura de pesca son los dos últimos (por ahora) mazazos que Europa asesta al sector primario español, no sólo, por lo que se ve, a la agricultura y la ganadería.
Vayamos por partes. El acuerdo que ya todos llamamos Mercosur no es, ni de lejos, un canto al libre comercio ni a esa libertad de mercado que todos defendemos. La situación, con matices, no es muy distinta, aunque con sensibles diferencias, a la que analizábamos recientemente ante la ya cantada política de aranceles que saldrá de la futura nueva administración Trump. En resumen, e, insisto, con todos los matices que quieran, se trata de asimilar, en derechos y obligaciones, a empresas de países en los que se pagan impuestos, hay cotizaciones sociales y unos derechos laborales, con la explotación de bajo coste que se da en la China comunista o en pseudodemocracias como las que rigen en los países ahora firmantes.
Se me podrá decir que esa es, precisamente, una de las características del libre comercio, la libre competencia entre diferentes, pero es precisamente esa libertad la que nos debe conferir la capacidad de elegir, en este caso, de elegir no firmar un acuerdo con el que Úrsula von der Leyen y compañía traicionan, una vez más, a los supuestamente suyos, al menos a los agricultores y ganaderos de los países que la han elegido.
No faltan, en naciones a los que este acuerdo hiere gravemente, como España, ingenuos defensores del pacto, en el sector del vino sin ir más lejos. Y es cierto que a éste, y algún otro, el acuerdo puede beneficiar, pero es otra ingenuidad considerar que, eliminando tasas de entrada se podrá competir con caldos que llegan con apenas costes de producción y transporte y cuyos propietarios no suelen ser bodegas estrictamente privadas sino mariachis en manos de los regímenes de turno.
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Por lo que se refiere a la pesca, la situación es diferente. Al igual que sucediera años atrás, en las incipientes PAC, prima un sistema de cuotas cuya onerosa reducción se quiere compensar con el equívoco concepto de pesca sostenible, que no sé muy bien si significa dejar al pescadito colgado del anzuelo o ir a la captura en una barca de remos sin motor dentro o fuera de la borda.
En resumen, más trabas, más gastos, que van a repercutir en toda la cadena, desde el pescador hasta el consumidor final sin que quede muy claro a quién beneficia y las opciones de calidad del plato en la mesa.
Pero no se preocupen, hay quien sí ha pescado: hay 720 eurodiputados, incluida la Presidencia y las vicepresidencias. Eso sí es una cuota y una pesca sostenible. Falta saber si de pincho o de volanta.
Fecha de publicación:
15/12/2024
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