La investigadora del Departamento de Química de la Universidad de Burgos Susana Peña Tejedor ha defendido esta semana su tesis doctoral sobre la capacidad fertilizante de residuos orgánicos en agricultura bajo diferentes condiciones de cultivo en la provincia de Burgos. El trabajo ha sido dirigido por los profesores María Milagros Navarro y Juan Carlos Rad Moradillo.
Según explica la investigadora a DiCYT, el trabajo surge de un convenio suscrito con la Consejería de Fomento y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León para analizar la aplicación agronómica de diferentes residuos. Además de optimizar la aplicación de residuos orgánicos en sustitución parcial o total de la fertilización tradicional, se han estudiado los efectos de estos residuos tanto en las propiedades del suelo como en el cultivo, “haciendo hincapié en el estudio de la transferencia metálica en el sistema suelo-planta”.
“Lo novedoso de la experiencia es que se ha realizado en campo, en terreno real, y no en laboratorio”, señala Susana Peña, quien detalla que se han empleado tres parcelas experimentales ubicadas en la zona del Arlanza, en la Ribera del Duero y en la comarca del Odra-Pisuerga.
En cuanto a los residuos utilizados, añade, “decidimos aplicar tres tipos de residuos, compost de lodos de depuradora, compost de residuos urbanos y un purín deshidratado”. En la primera experiencia se ha investigado el efecto producido por la aplicación de compost de lodo procedente de la EDAR de Burgos en una rotación de secano (girasol-cebada-veza-cebada); mientras que en la segunda se ha estudiado la adición de compost de residuo urbano en una parcela de regadío sobre una rotación remolacha azucarera-trigo. Finalmente, en la última parcela se ha analizado la aplicación de purín deshidratado sobre una rotación patata-cebada en condiciones de regadío.
En todas ellas, “se estudió el efecto de la aplicación de tres dosis diferentes de los distintos residuos orgánicos utilizados”. Cada tratamiento se comparó con su respectivo suelo control y con un tratamiento de fertilización mineral optimizado, todo ello en un diseño de bloques con cinco réplicas por tratamiento. La aplicación de los residuos orgánicos se realizó en la primera campaña, estudiando en la siguiente el efecto residual que pudieran tener las enmiendas aplicadas. En el caso de la primera finca experimental, al tener un desarrollo temporal más largo, se añadió de nuevo compost de lodo en la tercera campaña, volviendo a estudiar su efecto residual en el cuarto año agrícola. De este modo, precisa la investigadora, “la experiencia ha durado casi ocho años, aunque la tesis doctoral se ha desarrollado durante cuatro”.
Resultados
En relación a los resultados, Susana Peña resume que con el compost de lodo de depuradora “han sido bastante buenos, ya que con un dosis mínima conseguimos obtener rendimientos similares a la fertilización mineral”. En cuanto al compost de residuo urbano, “de las ensayadas la más apropiada sería la dosis media” mientras que en el caso del purín “es muy eficiente en el año en que lo aplicas, pero al año siguiente no tiene efectos residuales mientras que los otros residuos sí los tienen”.
Por otro lado, la aplicación de estas enmiendas orgánicas “ha supuesto en general una mejora de ciertas propiedades del suelo, como son el pH, la materia orgánica, el nitrógeno total y el fósforo asimilable”. Como explica la investigadora, “apenas ha variado el valor de la conductividad eléctrica, ni la concentración de los cationes de cambio”.
Respecto al contenido metálico, la aplicación de los compost de lodo y de residuo urbano “ha manifestado un ligero aumento de metales como el cobre, el cromo y el zinc, en el caso del compost de lodo; y de manganeso, níquel, plomo y zinc con el uso de compost de residuo urbano”, aunque las concentraciones metálicas estudiadas en las distintas especies vegetales “están por debajo de los límites considerados como tóxicos”
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