Fuente:
El Periódico de la Energía
Lugar:
Opinión
El reto de la descarbonización en la transición energética
La energía eólica se ha demostrado como un pilar fundamental en la generación de energías alternativas, y la eólica marina también forma parte de esa estrategia imprescindible para acelerar la lucha contra el cambio climático. Muchos países implementan actuaciones con esta fuente de energía primaria renovable. El debate sobre este tema toma una dimensión singular, especialmente desde la furibunda crítica y boicot que con la que Trump está atacando esta fuente por ser un gran activo para reemplazar a las fuentes fósiles
En la larga lista de conclusiones acumuladas, después de 29 celebraciones de las conferencias de las Partes (COP), o reunión internacional centrada sobre el Cambio Climático de la Convención Marco de las Naciones Unidas (CMNUCC), destaca la necesidad de reducir el consumo de fuentes energéticas fósiles para evitar emitir CO₂ procediendo a reemplazarlas por energías renovables.
Numéricamente ello implica que la energía total final consumida, que hoy día tiene un origen fósil en un porcentaje por encima del 75% pase a tener, como mínimo, una composición en donde el porcentaje de fuentes renovables tienda a superar el 80%, dejando las fuentes fósiles para usos donde aún no son posibles otras soluciones o alternativas viables y factibles a corto plazo, pero que deberían ser resueltas en horizontes no lejanos.
El reto en el despliegue de las renovables para descarbonizar la economía no es solo producir de forma sostenible las fuentes para el actual consumo de electricidad. La parte esencial del reto es incrementar las capacidades de producción de electricidad verde para reemplazar el uso de fuentes fósiles, incluyendo también por una parte una mayor eficiencia energética y, por otra, el aumento ocasionado por las nuevas necesidades introducidas por la digitalización, los centros de datos, la inteligencia artificial, la industria 4.0, la movilidad sostenible, la producción de hidrógeno, la captura de CO₂, los usos del CO₂, la economía circular de productos…
Lo que está en juego, en este contexto, no es solo una transición energética, sino también una transición productiva y geopolíticamente factible. Europa debe acelerar su autonomía estratégica frente a un contexto de tensiones globales (guerra en Ucrania, disputa comercial EE. UU.–China, inestabilidad en Oriente Medio). En este tablero, España no puede limitarse a ser consumidora pasiva de tecnología. Debe convertirse en productora de soluciones, generando industria propia y empleo cualificado.
Relacionado:Inteligencia artificial y energía: promesas, tensiones y riesgosFuentes energéticas sostenibles disponibles y recursos
Para realmente satisfacer las necesidades de la lucha contra el cambio climático, es preciso disponer de grandes cantidades de energía renovable. Esto obliga a llevar una detallada evaluación de los recursos propios disponibles y de las capacidades de producción.
Es obvio que la cesta energética de electricidad verde no se puede llenar sólo con las aportaciones de las fuentes actuales ya sean la fotovoltaica, el autoconsumo, las comunidades energéticas y la agregación de energía, la energía hidráulica, la hidráulica reversible, la bioenergía o la energía eólica terrestre. La situación sería todavía más crítica si se cierran las centrales nucleares. Consecuentemente es preciso explorar todos los recursos propios y plantearse la optimización de sus contribuciones a la cesta energética.
En este contexto, a nivel mundial, desde Japón a Noruega pasando por Estados Unidos, sin olvidar Corea, China, Escocia, Irlanda, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Francia, Portugal, España… se ha valorado la elevada potencialidad de los recursos que pueden provenir del mar, en especial la eólica marina flotante como solución en la mayoría de los países con importantes frentes marinos. Por ejemplo, dos tercios de la capacidad eólica en EE. UU. están en aguas profundas, para las que la anterior administración norteamericana (DoE) había previsto un despliegue inicial de 35 GW para 2035. En este sentido la eólica marina no es “la” solución única, pero sí un vector imprescindible en una cesta diversificada.
Además, tiene una ventaja clave frente a la fotovoltaica terrestre: la concentración de potencia y la estabilidad relativa de los vientos en alta mar. Ello le da un papel estratégico como “columna vertebral” para respaldar electrificación masiva de sectores como, por ejemplo, la movilidad y el hidrógeno verde.
Es imprescindible, sin embargo, que este despliegue se realice bajo estrictos criterios ambientales. La eólica marina debe planificarse con evaluaciones cuantitativas rigurosas de impacto sobre la biodiversidad, la pesca, los ecosistemas marinos y el paisaje costero. Solo así podrá consolidarse como una alternativa sostenible y socialmente aceptada. El reto no es únicamente tecnológico o económico, sino también de gobernanza y control ambiental, con mecanismos de seguimiento continuo, participación ciudadana y transparencia en la toma de decisiones.
Relacionado:Energía y descarbonización de la movilidad en España: entre la emergencia y la oportunidadMadurez de la energía eólica flotante y costes
Hasta ahora no hay todavía un acumulado suficiente de experiencias en el despliegue de la energía eólica flotante para que se pueda considerar a ésta en su momento de plena madurez. Su situación es similar a la que se encontraba la industria fotovoltaica hace algunas décadas, en las que tanto en prestaciones como en costes la fotovoltaica estaba aún muy lejos de las prestaciones y costes que ofrece hoy día.
No obstante, con la lección aprendida de la fotovoltaica, su evolución es impresionante. De aerogeneradores de menos de 10 MW ya se están ensayando máquinas de 12, 15 y hasta 18 MW que están indicando el camino a seguir.
Por eso, a nivel internacional las diferentes compañías implicadas tienen objetivos muy claros para los próximos años que no es otro que disponer de la cadena industrial de servicios y de infraestructura completa de producción en serie de los aerogeneradores, ensayar diferentes diseños de fijaciones y anclaje en el fondo marino, introducir la potencialidad de la inteligencia artificial para optimizar su control, minimizar sus impactos ambientales o sobre la biodiversidad y llevar a la máxima eficiencia los cables submarinos de evacuación de energía.
Los retos son claros y los objetivos establecidos pretenden sobrepasar la línea de reducción de costes en el orden de un 70% de los actuales. Según estimaciones del NREL, el LCOE (Levelized Cost Of Energy) de 181 $/MWh podría situarse en la zona de los 45–55 $/MWh en las próximas décadas.
En ese sentido, para verificar realmente la viabilidad de los proyectos es imprescindible evaluaciones basadas en criterios cuantitativos y no solo cualitativos, aspecto que permitiré a los responsables políticos tomar decisiones sobre criterios de sostenibilidad.
Las actuales indefiniciones legislativas y los cambios en las políticas en ciertos países han dado lugar a una situación de carencia de suministros industriales, tanto para la construcción de prototipos como para el cable de evacuación energética, que actualmente elevan los costes por encima de los 150 €/MWh. Aun así, todas las prospectivas anuncian una situación futura competitiva.
La cuestión clave ya no es solo tecnológica, sino política: si Europa y España apuestan por acelerar la curva de aprendizaje con inversiones sostenidas (NextGenerationEU, PERTE de energías renovables, taxonomía verde) o si se repite el error de la fotovoltaica, donde China se hizo dominante en la cadena de valor.
Relacionado:Redes eléctricas: el eslabón olvidado de la transición energéticaLa batalla de la eólica flotante será también industrial.
La energía eólica flotante se puede convertir en una excelente oportunidad para la industria y un activo tecnológico. El coste de construcción por kW (oscila entre 5.000 y 10.000 €) es hoy en día excesivo al no estar todavía debidamente implementada la cadena de producción.
El reto, al igual que ocurrió con la industria fotovoltaica, es conseguir una fuerte reducción de costes, especialmente en base a la fabricación de aerogeneradores en procesos en serie dentro de una cadena integrada de implementación de la eólica marina (muy por debajo de 3.000 €/kW). Ello supone reducción en el coste de la turbina, de las diferentes partes del balance del sistema o de los costes complementarios.
Aunque hoy constituye una gran dificultad para el desarrollo de la eólica flotante, representa una oportunidad para el desarrollo científico-tecnológico, así como para la industria para implementar toda la cadena de producción, montaje en zona portuaria, transporte e instalación de eólica marina flotante en aguas profundas.
También es una oportunidad para el desarrollo de conocimiento e investigación para disponer de datos detallados que permitan una real cuantificación de los impactos de la eólica marina flotante en el medio marino, flora y fauna.
En clave española, esto significa reindustrializar astilleros, puertos y empresas metalúrgicas, generar empleo cualificado en zonas costeras y vincular universidades y centros tecnológicos en un ecosistema de innovación. La eólica marina puede ser, en este sentido, la palanca para una transición justa que combine descarbonización, industria y cohesión territorial.
La energía eólica flotante y España
España tiene su plan de ordenación del espacio marítimo (POEM). Además, dispone de dos plataformas preliminares como Plocan en Canarias, cubriendo las características del océano Atlántico, y Bimep, cubriendo las características del mar Cantábrico, y otra en desarrollo como Plemcat en el Mar Mediterráneo.
Estas infraestructuras constituyen una base experimental sólida para profundizar en el conocimiento real y cuantificable de los impactos, de forma que las autoridades dispongan de datos objetivos y no solo hipótesis preventivas para ratificar la sostenibilidad de la eólica marina flotante. Al mismo tiempo, permiten ensayos para que se constituya la cadena completa de una industria eólica española con incidencia a nivel mundial. Esto permitiría conducir a estas tecnologías hacia una escala de costes competitivos, realizando una progresión paulatina en la reducción de costes a imagen y semejanza de lo ocurrido con la fotovoltaica.
En conclusión, si las cuantificaciones de impactos ambientales y sobre la biodiversidad no aconsejan lo contrario, España, su industria, su ciencia y su tecnología no pueden perder esta oportunidad, a pesar de que hoy todavía los costes no sean suficientemente competitivos. El riesgo es claro: si España se limita a ser espectadora, se perderá el tren, como ocurrió en el pasado con las cadenas industriales de la solar.
Pero si se apuesta ahora, la eólica marina puede convertirse en un activo tecnológico, industrial y estratégico para nuestro país. No se trata solo de energía, sino de industria, de soberanía energética y de futuro sostenible.
Joan Ramon Morante, Catedrático de Física en la Universidad de Barcelona y director del IREC (Instituto de Investigación en Energía de Cataluña).
Héctor Santcovsky, sociólogo y politólogo, profesor asociado de la Universidad de Barcelona, especializado en desarrollo sostenible.